La maltrecha vida de Esopo



aesopus.jpgEl gran fabulista griego Esopo, autor de clásicos como “la cigarra y la hormiga” o “el pastor y el lobo” fue durante gran parte de su vida esclavo. Aparte del inconmensurable legado que nos ha dejado en forma de fábulas, metáforas que nos aportan lecciones morales, su vida e historia personal son de los más interesantes.

Claro que su biografía nació en gran parte de la leyenda, y en el texto de “la vida de Esopo” hay que saber desgranar cautelosamente lo que es mito y lo que pudiera ser realidad. En él se dice que Esopo era deforme, cabezón, negro,   de carrillos largos y cuellicorto, giboso, de pies y boca grandes, tartamudo y grotesco, todo un dandi que bien podría haber interpretado a Cuasimodo en un musical de Broadway. Pero su fealdad exterior se veía contrastada a por una inteligencia audaz, ingenio que desarrollaría a lo largo de su vida y plasmaría en sus fábulas.

Esclavo hortelano favorecido por las musas, fue vendido por una cantidad mísera a un comerciante de esclavos, dando los primeros síntomas de su particular picaresca en este periodo, como por ejemplo al acordar con los demás siervos que transportaría él el fajo con los víveres durante una travesía. Al principio la carga hizo que Esopo tuviera que esforzarse como los demás, pero a medida que avanzaba el trayecto su peso disminuía al irse consumiendo los alimentos, y al final,   mientras los otros esclavos sudaban la gota gorda haciendo de porteadores, Esopo terminaba el trayecto sin nada en la espalda.

faula2.jpgEvidentemente su pillería no fue nunca bienvenida entre los que lo rodeaban, aunque al final estos siempre tuvieron que terminar aceptando la victoria de la inteligencia de Esopo. En Efeso fue comprado por Xantos, un prestigioso filósofo, como regalo para su mujer. Pero el sabio Xantos   no se podía   imaginar la de problemas que iba a causarle el vivaz esclavo. De entrada, su mujer al verlo se sintió profundamente contrariada y le pidió   que le devolviera la dote, y una joven esclava al descubrirlo, intentando mofarse de él tratándolo de simio le dijo: «-No te veo la cola detrás.»   a lo que Esopo respondió: «-Es que verás, la cola no la tengo detrás, la tengo delante».

Las desgracias para Xantos se sucedieron una tras otra, ante la imposibilidad de ser más listo que su esclavo y su empeño, producto de una envidia más que justificada, de retarlo sucesivamente en pruebas de ingenio. Hasta terminó acostándose con la mujer de Xantos que quedó sorprendida ante la envergadura del manubrio de Esopo, al verlo un día mientras se masturbaba.   Al fin, sin embrago, Esopo consiguió la preciada libertad después de aconsejar sabiamente a la comunidad en sus problemas políticos. Aquí empieza su vida como consejero y fabulista, que lo llevará a vivir en Asia Menor,   llegando a desplegar su perspicacia y picardía hasta con el faraón de Egipto.

faula1.jpgEsopo, por el que nadie daba un dracma en un principio, alcanzará las más altas esferas, pero la desdicha le acompañará inexorablemente durante la vida. Un hijo intentará matarle y morirá en Delfos despeñado por causa de una falsa acusación. Hasta el último momento, con sus verdugos en el borde de un precipicio, los intentará convencer mediante sus fábulas y metáforas, aunque esta vez será inútil.

¡Que sabios consejos nos ha dejado! Hasta el mismísimo Sócrates sabía de memoria algunos de sus textos. A través de los animales, símbolos de los diferentes tipos de carácter que encontramos en las personas, nos da magníficas lecciones como:

  • No pierdas lo bueno que tienes en la vida intentando conseguir un bien mayor o futuro.   Sería el famoso “más vale pájaro en mano que cien volando”, y se reitera en muchas de las fábulas de diferentes formas.
  • No esperes nada bueno de quién crees o parece que es malvado. Hay que entender que la naturaleza de los seres (o personas) es seguir su naturaleza.

La maltrecha vida de Esopo (Αἴσωπος, Aesopus o Isop), nos enseña la importancia de cultivar nuestro interior, y aprender las lecciones que nos da la vida, para que así, cuando tengamos hijos, les podamos contar aquellas historias que comienzan con:   «En el tiempo en que los animales sabían hablar…».



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