Hacer para ser: acción frente a convicción



Las intangibles ideas suelen valorarse como el fundamento definitorio del ser. La moral, las convicciones y reflexiones son tenidas a menudo, erróneamente a mi entender, por esencia primera de la persona. Pero es la acción la única materialización efectiva de cualquier idea, y por consiguiente, es a través de la acción que se reafirma o se niega la convicción.

Está claro que las ideas son el argumentario de los actos, sin embargo muchas veces este sustento conceptual de las acciones puede ser interesado, engañoso o hipócrita, y por ello no determina la naturaleza del ser. Aunque, no voy a negarlo, hablar y transmitir opiniones ya es un acto en sí, pero no son los conceptos expresados la acción propiamente[1], sino que la acción es el efecto de las palabras en los oyentes. No es lo que se dice, sino el hecho de decirlo y su finalidad, o en su defecto, su consecuencia no ponderada.

Hablar es acción, hasta pensar es acción -porque nos modifica y condiciona-, pero no es el mismo acto pensar en saltar, decir que saltarás, o saltar propiamente. Son actos diferenciados, y saltar implica saltar. Puede que el asesino fantasee el crimen, o el ladrón planifique el robo, pero solo al llevar a cabo el acto se le puede otorgar de manera fehaciente el apelativo de culpable.  Porque ¿Cuántos buenos propósitos y discursos morales grandilocuentes han quedado en humo a lo largo de la historia, o de nuestras vidas?

Solo el acto, o su omisión, definen al ser y determinan la realidad. Por ello, toda declaración de intenciones es una exposición de lo que la persona quisiera ser o parecer, pero ni por asomo aquello que es. En este contexto, es quizás la moral la más embustera de las artes: El mundo está repleto de beatos de la más baja calaña y de monstruos que no han roto un plato. La moral es moral cuando coincide pensamiento con acción, y de otra manera es simple teatro, un maquillaje social o psicológico. Así que las convicciones no tienen ningún valor si no están vinculadas con el ejercicio de sus preceptos.

Se puede creer ser lo que uno fue, o también lo que uno espera ser, pero a final de cuentas cada persona es lo que hace en el falaz presente continuo. Cada decisión, cada pequeña elección, nos define. Como más moral es una sociedad más hipócritas son sus ciudadanos, pero no hay sitio para el perdón cuando la culpa es repetir el acto no deseado: ¡Que no digan que lo sienten! ¡Que no imploren misericordia!, sencillamente, que dejen de hacerlo.


Notas:

  1. ^ Evidentemente que hablar es una acción, pero aquí apelamos al significado metafísico del acto, como una fuerza que genera cambio, y que existe -si es que un nombre puede existir- cuando el cambio es producido. No es el vehículo, ni el contenido, es el efecto. Para explicarlo de una forma más entendible: El acto de lanzar una pelota no existe mientras no se produzca el efecto de que la pelota salga despedida.

Imágenes:

  • Ilustraciones de Gustave Doré para «Les Fables choisies, mises en vers par M. de La Fontaine»

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